A raíz de la película “El hombre que sabía
demasiado” quisiera tomar como mías las palabras de Quim Casals en un intento
de revalorizar a una de las mejores apuestas actorales que realizó Hitchcock.
No se trata del film (algo analizado hasta el hartazgo), sino de un recorte de
dicho film. En este caso de uno de los papeles más complejos y criticados por
el público y la prensa especializada, la elección de Doris Day.

En mi opinión, la actriz ofrece una muy solvente interpretación, dominando los nada fáciles registros que se le exigen: la reacción al enterarse del secuestro de su hijo, su expresión ante el dilema moral interno que la invade durante el concierto o la manifestación de la complejidad de sus sensaciones cuando canta el "Qué será, será", son una prueba de eficiencia que dudo mucho hubiese superado Tippi Hedren, por ejemplo.
En cuanto a la tipología del personaje, no puede negarse que es la protagonista más "asexuada" de la filmografía del director, y seguramente en ese contraste con la prototípica rubia hitchcockiana (gélida por fuera, fogosa por dentro, que seduce tanto al protagonista en la ficción como al espectador a través de la pantalla) se explique la decepción que a muchos produce (y su inevitable asociación mental con comedias almibaradas contribuye a acentuar ese efecto). Sin embargo, bajo ese engañoso disfraz de "matrona", bajo esa sólo aparente representantación del más conservador "American Way of Life" (la cantante que ha renunciado por el peso de las convenciones sociales a su próspera carrera para centrarse en su rol de fidelísima esposa y madre) aparece una de las mujeres más sagaces, inteligentes y activamente responsable de la resolución de la trama criminal de todo el cine de Hitchcock. Veámoslo en estos ejemplos.
* Tras la primera escena en el autobús, es ella
quien se da cuenta que el francés ha estado interrogando en toda regla al
marido sin que él se percate.
* Es ella quien desconfía del matrimonio Drayton, a quienes él encuentra muy simpáticos.
* Es ella quien se asusta del francotirador cuando entra en la habitación (desde luego su cara "de malo" es canónica) de nuevo sin que él perciba nada extraño.
* Ya en Inglaterra, es ella quien descubre que Ambrose Chapel es una capilla mientras él pierde el tiempo en una jocosa y surrealista escena con los taxidermistas.
* Es ella quien deduce las intenciones de cometer el atentado en el Albert Hall, mientras él bastante trabajo tiene con salir de la iglesia.
* Es ella quien salva la vida del ministro con su grito (atención: con el uso de su voz, recordemos que era cantante), mientras él se limita a rematar físicamente la acción haciendo caer al sicario.
* Finalmente, en la recepción, es ella cantando el "Qué será, será" (de nuevo, la voz) quien logra contactar con el hijo, mientras él otra vez se limita a la acción física del rescate.
Probablemente al propio Hitchcock le trajeran sin cuidado estos detalles, más de guión, pero lo cierto es que la cristalina moraleja que se podría extraer de la historia, casi en clave de feminismo "avant la lettre", es que ha quedado patente la injusticia patriarcal que supuso que ella renunciara a la profesión de cantante (a su vocación y realización individual), carrera que ahora podrá reemprender con todos los honores, sin que el marido tenga derecho moral a objeción alguna (más bien le debería una disculpa).
En este sentido, no deja de resultar curioso, e incluso inquietante, que “Vértigo”, la película hoy valorada unánimemente como la mejor de Hitchcock y de las mejores de la historia, presente por el contrario a la mujer más insegura, sumisa y emocionalmente dependiente de los hombres de toda su filmografía: Judy.
* Es ella quien desconfía del matrimonio Drayton, a quienes él encuentra muy simpáticos.
* Es ella quien se asusta del francotirador cuando entra en la habitación (desde luego su cara "de malo" es canónica) de nuevo sin que él perciba nada extraño.
* Ya en Inglaterra, es ella quien descubre que Ambrose Chapel es una capilla mientras él pierde el tiempo en una jocosa y surrealista escena con los taxidermistas.
* Es ella quien deduce las intenciones de cometer el atentado en el Albert Hall, mientras él bastante trabajo tiene con salir de la iglesia.
* Es ella quien salva la vida del ministro con su grito (atención: con el uso de su voz, recordemos que era cantante), mientras él se limita a rematar físicamente la acción haciendo caer al sicario.
* Finalmente, en la recepción, es ella cantando el "Qué será, será" (de nuevo, la voz) quien logra contactar con el hijo, mientras él otra vez se limita a la acción física del rescate.
Probablemente al propio Hitchcock le trajeran sin cuidado estos detalles, más de guión, pero lo cierto es que la cristalina moraleja que se podría extraer de la historia, casi en clave de feminismo "avant la lettre", es que ha quedado patente la injusticia patriarcal que supuso que ella renunciara a la profesión de cantante (a su vocación y realización individual), carrera que ahora podrá reemprender con todos los honores, sin que el marido tenga derecho moral a objeción alguna (más bien le debería una disculpa).
En este sentido, no deja de resultar curioso, e incluso inquietante, que “Vértigo”, la película hoy valorada unánimemente como la mejor de Hitchcock y de las mejores de la historia, presente por el contrario a la mujer más insegura, sumisa y emocionalmente dependiente de los hombres de toda su filmografía: Judy.
El papel que hace en “Vértigo” es el de una mujer
que, en su único afán de sentirse amada es incapaz de reivindicarse y por dos
veces se humilla voluntariamente renunciando a lo más auténtico que tiene, ella
misma, su propia individualidad y su propio ser”.
Quim Casals
