miércoles, 20 de enero de 2021

Insoslayables - Redes Sociales - Twitter


 “Una corta ráfaga de información intrascendente”. Así lo habían catalogado Jack, Noah, Glass, Bizz y Evan, estudiantes oriundos de San Francisco y sus creadores, a este microblogging que en un primer momento se llamó twtrr, un nombre por demás difícil de pronunciar pero que no era otra cosa que la onomatopeya del canto de un pájaro. Esa especie de gorjeo irreproducible, lejos de ser intrascendente, se convirtió en un arma discursiva que cada tanto provoca temblores políticos, terremotos financieros y sacudidas sentimentales.

El primer tweet fue lanzado al ciberespacio un 15 de Julio del 2006 a las 12:50 pm. y decía “Just setting my twtrr”, es decir, “solo configurando mi tweet”. A partir de entonces —como se verá más adelante las fechas y la hora exacta se harán muy importantes— cada “información intrascendente” se convirtió, en manos de artistas, deportistas, estrellas mediáticas y hasta de Jefes de Estado, en mensajes que podían traer consecuencias imprevisibles a nivel mundial. Es como si el mítico botón rojo de la Guerra Fría —que podía desencadenar una guerra nuclear— haya mutado a unas simples líneas de texto. ¿El poder de la palabra? Quizás...

Twitter vino a destronar a la que era la red social más importante del mundo: Facebook, y lo hizo a fuerza de la brevedad y la inmediatez. El lema: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”, sería la contracara de las profusas maquinaciones textuales de los usuarios de Facebook. Si eso se cumplió o no es otra historia, pero lo que sí es cierto es que los mensajes de twitter se convirtieron en “armas de destrucción masiva”, llenas de denuncias cruzadas, de rumores y de provocaciones para dar cuenta ya no del día a día de un usuario —como sucedía en Facebook—, sino del hora a hora, del minuto a minuto y del segundo a segundo.

De pronto la rapidez y fugacidad de una realidad que va cambiando a nuestro alrededor de manera alarmante, hizo que twitter fuera la herramienta apropiada para estar en sintonía con esta vorágine en la que estamos inmersos. Solo hace falta un celular, una cuenta y, como si viviésemos en una gran maqueta virtual tipo matrix, comenzar a viralizar noticias, situaciones, momentos, trascendidos, estados anímicos, opiniones y hasta denuncias para que todos sean partícipes de lo que está ocurriendo en ese preciso instante. Hechos insoslayables de la globalización y la prisa por querer estar al día con lo último, que no significa que sea lo mejor, sino el simple hecho de mantenerse en la cresta de la ola virtual con un pájaro azul como tabla de surf.

Y como toda aplicación nueva en donde las palabras son parte de su sostén, la literatura no podía estar ausente. El desafío de su “corta ráfaga” de 140 caracteres movilizó a compactar las ideas, sintetizar la información y producir algunos asomos de literatura a la manera de los microrrelatos que se estaban haciendo cada vez más populares. Al punto que se han creado concursos literarios —hoy Twitter ha subido la cantidad de caracteres a 280— cuya característica es la brevedad. De hecho en las últimas ediciones de la Feria del Libro, se crearon concursos de Microficción para usuarios de Twitter. El último tuvo al género policial como disparador —nunca tan bien usado el término— para que los participantes dieran rienda suelta a su ingenio y creatividad.

Pero no todo tiene que concentrarse en 280 caracteres. Tal es el caso de los llamados “hilos” argumentales en donde una historia puede abarcar varios tweets, y no hablo de información coyuntural, tanto política, económica o de algún chismerío del show business, sino de verdaderos experimentos literarios. Tal es el caso del usuario Sixth Form Poet —aparente habitante de Sussex, Reino Unido—  quien en Junio del 2020 —para ejemplificar algo que sucedió hace poco tiempo— publicó diez tweets seguidos narrando una historia que tuvo millones de seguidores, quienes a su vez lo retuitearon a otros tantos miles. 

Comienza así: “Mi papá murió. El inicio clásico de un cuento divertido”. A partir de esta enigmática introducción, todo puede suceder, y de hecho sucede, ya que este inicio ambivalente desemboca en una increíble historia de amor. Sixth form poet —algo así como poeta de sexta forma— es uno de los tantos usuarios de Twitter que despliegan su talento en medio de tanta información, ya sea textual o visual, que tranquilamente podría pasar desapercibida.

A la manera de los milenarios haikus japoneses, los edificantes aforismos latinos o los refranes populares, los tweets se han convertido en un producto de nuestro tiempo: rápidos y furiosos. Con sus hashtags —etiquetas para seguir los temas del momento— que se transforman en los famosos trending topics, algo así como best sellers a nivel planetario; los que a su vez derivan en temas de conversación para todo aquellos que están pendientes de las redes sociales.

Y los que no, bueno, pueden optar por un buen libro de microrrelatos, un precioso artefacto que no requiere energía eléctrica ni una red de contactos para dejar volar la imaginación.

 (Artículo publicado en la revista Qu - Redes Sociales - Nro. 26)

Índice

–Foto de tapa, por Miguel Ángel Silva.
–Editorial, por María Staudenmann: “¿Qué está pasando?”, versos rimados en honor a la red del trino.
–Relatos: “Y los sueños…” (Natalia de Moliner); “Presente griego” (Mario Berardi), “La flor violácea del jacarandá” (Francisco Gorostiaga), ilustrado por Melinhada Midori.
–Insoslayables, por Miguel Ángel Silva: “Rápido y furioso”, sobre literatura y Twitter.
–Las cuestiones más vivas, por Benjamín Diez: “Galopes”, veinte tweets al hilo.
–La página de Baltasara: “Un exorcismo necesario y delirante”: Eme entrevista a David Muchnik, autor de Las Rotas.
–Doble central: “Estrellitas” (Macarena Moraña), ilustrado por Malena Previtali.
–Apuntes miopes, por Sabartés: “La guerra de los mundos”.
–Primera selección del Instituto Superior de Letras Eduardo Mallea: “Sin rumbo” (Irene Díaz), “El grito” (Lorena Falcón), “Sinapsis” (Adriana Canestri).
–Poemas: “Giant Steps” (Santiago Ramos Córdoba), “Las flores lloran de noche” (Emmanuel Lorenzo), “Latidos sin corregir (Mirtha Caré).
–Opinología, por Eme: “Un pedacito de cielo”, sobre Alrededor de la jaula, de Haroldo Conti.
–Arte: Sin título, por Alejandro Bernero.
–Epílogo, por Sabartés: “280 formas de pedir lo mismo”, décima.

jueves, 14 de enero de 2021

Insoslayables - Redes Sociales - Instagram

 


Cuando pensamos en mundos distópicos —y más en estos tiempos en que estamos inmersos en un pandemia con visos de profecía autocumplida— se nos viene a la mente tres novelas emblemáticas que hoy por hoy ya son de lectura ineludible: 1984 de George Orwell, Un Mundo Feliz de Aldous Huxley y Farenheit 451 de Ray Bradbury. Pero también hay películas que aportan su granito de arena como Blade Runner, de Ridley Scott —basada en un libro de Philip K. Dick—, Mad Max, Matrix o la increíble Brazil, de Terry Gilliam que suman a lo literario su universo apocalíptico desde un soporte puramente visual.

No hay que escarbar mucho en estas obras para darnos cuenta de que todas tienen algo en común: el futuro del planeta se nos plantea como un mundo desolador, cruel, oscuro, autoritario, amargo, contaminado y a merced de todas las premisas más negativas que se nos pudiesen ocurrir.

Ahora bien, ¿en qué quedó ese futuro utópico que promulgaba Tomás Moro? Si bien, era más un ensayo filosófico que real, lo cierto es que el término utopía del escritor inglés quedó asociado como algo perfecto e inalcanzable; bello y paradisíaco; indoloro y libre. Un mundo en el que todos deseamos estar para vivir una vida plena y feliz. Un mundo con paisajes de ensueño, comidas sabrosas y abundantes, amaneceres y atardeceres de película —de película romántica, se entiende—, cuerpos perfectos y sonrisas diáfanas. Ese mundo sin tiempo y sin prisa existe y se llama Instagram. Un lugar virtual al que solo basta un toque en la pantalla del celular para sumergirnos de lleno en la contracara perfecta de lo que imaginaban Orwell, Huxley, Bradbury, entre otros, y darle un corte de manga a esas distopías siniestras y amenazantes.

Si bien las imágenes que vemos —y posteamos— son reales, que los paisajes existen y que nuestras sonrisas son verdaderas, este recorte de una realidad que no es tan colorida y brillante como parece, hace que por momentos todas las utopías sean esa otra realidad: la soñada, la perfecta, la deseada.

Instagram nació un 6 de Octubre del 2010 en San Francisco —lugar emblemático de la psicodelia y el Flower Power de finales de los ´60, lo que ya es todo un símbolo— de la mano de Kevin Systrom y Mike Krieger. Su misión: competir con las ya veteranas Facebook y Twitter desde una nueva aplicación centrada en brindar a sus usuarios la posibilidad de subir fotografías y videos con una serie de recursos —más de 40 filtros para darle el tono y color que uno desee— que las otras redes sociales no tenían.

De pronto el mundo virtual de Instagram se convirtió en ese paraíso perdido —del que alguna vez habló Milton (a nivel religioso) y Conan Doyle (a nivel literario) — en el que todos parecemos estar en eterno éxtasis. Y nada mejor que embellecernos y embellecer nuestro entorno para darle más verosimilitud a nuestras fantasías. Solo hace falta ver qué ocurre con nuestros recuerdos si le ponemos los filtros Paris, que proporciona un toque de brillo y tinte azulado; New York, que recrea un efecto de viñeta; Buenos Aires, que realza las luces; Melbourne, que disminuye la saturación y la suaviza; Oslo, que acentúa las sombras, y así con cada uno de ellos. Es decir, un mundo perfecto, o perfecto para la idea que imaginamos del lugar en el que queremos estar; un lugar que se replica a todos nuestros contactos y que como efecto secundario se viraliza alrededor de todo el planeta.

Pero no todas son bellas y placenteras imágenes de ensueño, hay también literatura en este mundo policromático. Si bien no está diseñado para eso, cada vez hay más usuarios que complementan las imágenes con textos —fragmentos de novelas, microcuentos y poesías, reflexiones, estados de ánimo y consejos terapéuticos— que enriquecen sobremanera esta aplicación hedonista. Así y todo, lejos está de Facebook y su mundo de kilométricas opiniones al por mayor o de Twitter y sus breves mensajes con denuncias varias. 

Instagram es la estética de la belleza en donde no hay lugar para lo grotesco y repulsivo. Una idea nada nueva, ya que desde el Renacimiento el ser humano optó por retratarse de una manera agradable a través de los diferentes pintores de la Corte.

Instagram es la hermana menor de Facebook y Twitter, pero la más intensa en cuanto a glamour. No están permitidas las malas noticias —no digo que no las haya, toda cara luminosa tiene su lado oscuro—, pero la apuesta es: estemos por un momento en el paraíso primigenio. Inundémonos de color, de luces de neón, de purpurina y fuegos artificiales. Por eso basta con darle a nuestra existencia un aumento en la vitalidad del color con un tinte dorado, alto contraste y una leve viñeta agregada a los bordes. Esto no lo digo yo, es el resultado que promete uno de los tantos filtros que brinda Instagram para que nuestra percepción de la realidad sea diferente. No hay nada de malo en ello, ¿o sí?

Artículo aparecido en la revista Qu Nro. 27 – Redes Sociales 

Contenido:

–Foto de tapa, por Miguel Ángel Silva.
–Editorial, por María Staudenmann: “¿Qué estás mirando?”.
–Arte: “Secreto” (Melinhada Midori), “Estación terminal” (Belén Lagutt).
–Relatos: “El irritador” (Fernando Sorrentino), “Básicos del vuelo” (María Staudenmann).
–Insoslayables, por Miguel Ángel Silva: “Utopía veintiuno”.
–Opinología, por Eme: “Detrás de bambalinas”, sobre Lo que me hizo Fernández, de María Staudenmann.
–Libros en pandemia: Carcaj, de Marcelo Filzmoser, En París son las once, de Francisca Mauas.
–Doble central: “El otro” (Enzo Maqueira), ilustrado por Malena Previtali.
–Apuntes miopes, por Sabartés: “La soledad imposible”.
–Poemas: “Los gemidos y el llanto” (Amanda Mares), Sin título (Luciana Prodan).
–Las cuestiones más vivas, por Benjamín Diez: “Extantánea”.
–Epílogo, por Sabartés: “Veo veo qué ves”, endecasílabos.

–Contratapa: “Qu es”, por integrantes y amigos de la revista.

sábado, 9 de enero de 2021

El lenguaje de las flores (Robert Sheckley). Fragmento de "En una tierra de colores claros".



“A primera hora de la tarde escuché de nuevo a las flores. (¡Qué frase tan descabellada!). Puedo entenderlas mejor que a los kaldorianos. La estructura del lenguaje es más sencilla. Las flores no dicen muchas cosas significativas, pero al menos puedo comprenderlas. Lo cual quizás demuestre que mi comprensión está en un nivel vegetativo. Esta vez tenían algo que decir al margen de las trivialidades de costumbre. Repito la charla textualmente, usando equivalentes terrestres para las diversas especies.

AZALEA A ROSA: ¿Te parece? Me siento pésimamente.

AZALEA: Luces increíblemente joven. ¿Qué ha sucedido?

ROSA: Bueno, es casi el momento de mi farqhar (Esto parece aludir a un importante cambio fisiológico). Es horrendo.

AZALEA: ¡Pero es excitante!

ROSA: (desdeñosamente): Supongo que sí, pero he sido tan feliz en este jardín.

AZALEA: Puedes volver cuando quieras.

ROSA: Nadie vuelve. ¿Te acuerdas de la lila? Juró que volvería por lo menos una vez, nos prometió contarnos cómo era.

AZALEA: Quizás venga.

ROSA: No, no vendrá. Lo haría si pudiera, pero sé que no puede.

SICOMORO: (interrumpiendo, hablando con una voz curiosamente aguda): ¡Eh!

ROSA: ¿Me llamabas a mí?

SICOMORO: Sí, a ti. Tienes miedo del farqhar, ¿verdad?

ROSA: Por supuesto. ¿Tú no?

SICOMORO: En absoluto. Tengo fe.

ROSA: ¿Fe en qué?

SICOMORO: Soy un adepto al culto de Nimosim, espíritu que habita en todas las criaturas con raíces.

AZALEA: (enfadada): ¿Y qué enseña tu fe?

SICOMORO: Los adeptos a Nimosim creemos que existe un espíritu divino en todos los vegetales. Creemos que después del farqhar vamos a un lugar llamado Lii, donde el suelo es transparente, el viento sopla siempre del sur, y no hay ratas que nos destruyan las raíces. Hay arroyos de agua cristalina en ese lugar, un agua nutritiva que nunca puede pudrirnos las hojas. En Lii se nos concede el don de crecimiento infinito sin fastidiar nunca al prójimo. Hay mucho más, pero el resto solo puedo revelarlo a un adepto.

ROSA: ¿Qué hermosa es tu religión!

AZALEA: ¡Qué disparate! Después del farqhar, te transformarás en leña, nada más.

SICOMORO: ¿Y mi espíritu?

AZALEA: Perecerá contigo, desaparecerás para no existir nunca más.

SICOMORO: No posees la verdad. Tu método consiste en pensar la peor posibilidad y luego expresarla, con la esperanza de que no se cumpla. Pero esa es solo la voz de tus temores, nada más.

AZALEA: Podría decirte más, pero creo que alguien oye nuestra conversación.

ROSA: ¿Cómo es posible? Estamos solas aquí.

AZALEA: Solas no. Hay una animal muy cerca de nosotras.

SICOMORO (soltando una carcajada): ¡Pero los animales no nos entienden! ¡Ni siquiera se entienden entre ellos! Es bien sabido que los animales no pueden poseer inteligencia.

AZALEA: Yo no estoy tan segura. Este animal…

ROSA: ¡Cualquier animal es igual a otro!

AZALEA: Tengo mis dudas. Preferiría esperar a que se haya ido.

ROSA: ¡Supersticiosa!

AZALEA: Querida, no creo en animales inteligentes, pero tengo miedo. Sí, y también les tengo lástima.

SICOMORO: ¿Por qué?

AZALEA: Por muchas razones. Pero ante todo por los problemas que sufrirán pronto.

ROSA: ¡Los animales no sienten dolor!

AZALEA: Tal vez no. Pero suponte que sí…

ROSA (sombríamente): Sí, sería terrible. Pronto soplarán los vientos nocturnos, y el mundo terminará.

AZALEA: ¡Vamos, no es tan terrible!

ROSA: Es bastante terrible. Ahora dormiré. Buenas noches.

AZALEA: Buenas noches.

SICOMORO: Buenas noches y gracias por esta charla encantadora.

De modo que aun entre las flores hay ateos y creyentes. Es bastante asombroso. A menos, desde luego, que yo lo haya imaginado todo. Eso también sería asombroso.

(Fragmento de "En una tierra de colores claros", Robert Sheckley, 1974). 

Ilustración: Luis Scafati para la Revista El Péndulo Nro, 2