viernes, 31 de julio de 2015

LOS EXCELSOS LIBROS III

"La cámara sangrienta", publicada originalmente en 1979, es una colección de diez relatos explícitamente basados en cuentos de hadas –en especial, de Charles Perrault, pero también de Jeanne Marie Leprince de Beaumont, del folclore europeo, e incluso de la radionovela, con claras influencias de la narrativa del Marqués de Sade.
Angela Carter, afirmó que se sentía impelida a escribir «cuentos góticos, cuentos crueles, cuentos de terror, narrativas fabulosas que tratan directamente del imaginario del inconsciente». Pero Carter no se limitó a versionar cuentos de hadas desde una nueva perspectiva, sino que los recreó por completo «al extraer el contenido latente de los cuentos tradicionales y usarlo como punto de partida de nuevas historias […]; y el contenido latente es violentamente sexual».
Así, estos relatos ahondan en temas de feminismo y metamorfosis, con un énfasis especial en los roles de las mujeres en las relaciones, en los aspectos inmorales y perversos del matrimonio y el sexo, y en el equilibrio de poder en esas relaciones. La ilustradora chilena Alejandra Acosta ha puesto sus lápices al servicio de estas historias sorprendentes y necesarias, convirtiendo este clásico en una obra, si cabe, infinitamente más bella.
«Una celebración altamente sensual de la sexualidad en sus manifestaciones más jubilosas y oscuras».
Ian McEwan
«Un libro maravillosamente escrito, irónico, cerebral, elegante».
Joyce Carol Oates


LOS EXCELSOS LIBROS II

"El Tapiz Amarillo" (The Yellow Wallpaper, 1890) es uno de los grandes relatos fantásticos de la literatura norteamericana. Su autora,la extraordinaria Charlotte Perkins Gilman (1860-1935) fue una destacada socióloga, novelista y cuentista estadounidense que además escribió poesía y obras de no ficción. También impartió conferencias para la Reforma Social y durante un tiempo fue una férrea defensora de los derechos de la mujer que sirvió de modelo para futuras generaciones de feministas debido a sus ideas y estilo de vida poco ortodoxos para la época.
Una lectura directa de El Tapiz Amarillo nos enfrenta ante un relato de terror; pero debajo de su trama alucinatoria subyace todo un manifiesto en contra del maltrato a las mujeres en el período victoriano. La protagonista de El Tapiz Amarillo es una mujer presa de una gran tensión emocional, presumiblemente una depresión post parto; que es llevada a una casa de campo; donde termina confinada entre los muros de una habitación inquietante, cubiertos con un extraño tapiz amarillo. Gilman escribió esta historia para cambiar la opinión de la gente sobre el papel de la mujer en la sociedad, ilustrando cómo la falta de autonomía de las mujeres iba en detrimento de su salud mental, emocional e incluso física. La narradora de la historia debe hacer lo que su esposo —también doctor— le exige, aunque el tratamiento que le prescribe contrasta directamente con lo que ella de verdad necesita: estimulación mental, y la libertad de escapar a la monotonía de la habitación en la que se encuentra confinada
Se ha dicho que El Tapiz Amarillo está basado en una penosa experiencia personal de Charlotte Perkins. Lo cierto es que, intencionalmente o no, Charlotte Perkins conjura en este relato lo mejor de la literatura gótica de principios de siglo, además de destacarse como una de las primeras luchadoras por los derechos de las mujeres.


LOS EXCELSOS LIBROS I

Buscando material para un artículo, vuelvo a los clásicos imprescindibles y, de alguna manera, a esa autora entrañable como lo fue Emily Brönte (otra Emily) que creó uno de los personajes más despreciables de la literatura —Heathcliff— que Buñuel trató de suavizar en su adaptación al cine y hacerlo más simpático. 

Presiento que Emily hubiera estado de acuerdo con esa visión cinematográfica: un personaje violento, burdo, inadaptado, resentido pero con un costado romántico hacia Catherine que lo purificaría en parte. Muchos creen que estuvo inspirado en el poeta Lord Byron. 

“Cumbres Borrascosas” se convirtió, con el paso del tiempo, en una obra maestra del gótico tardío. Atrás quedaron los poemas que habían recopilado las tres hermanas en un libro —en su momento solo vendieron dos ejemplares— y que tuvieron que publicar con seudónimos masculinos, ya que en la época victoriana estaba mal visto que las mujeres escribiesen. De hecho “Wuthering Heights” salió con el nombre de Ellis Bell.

Anne, Charlotte, y Emily se han convertido en un caso sin precedentes dentro de la literatura universal. No existen antecedentes de que tres miembros de una misma familia hayan desarrollado un talento de esa magnitud. No olvidemos que Charlotte escribió “Jane Eyre” y Anne escribió “Agnes Grey”. 

Ninguna superó los 40 años. Nos quedan sus inmortales obras. “Cumbres Borrascosas” es una de ellas, especial para su lectura en los meses invernales. 

LOS EXCELSOS DISCOS II

Hay historias que merecen que se les dedique unos instantes, y esta es, sin duda, una de ellas.
Sibylle Baier era una joven alemana que, como muchas otras de su generación, se había lanzado a explorar las posibilidades de la vida bohemia del movimiento hippie. Así, mientras conciliaba con el sueño de ser actriz, pintora y poeta, se dedico a emular a ídolos como Joan Baez grabando en su propia casa y, acompañada únicamente de su guitarra, una serie de temas de folk. Esto ocurría entre 1970 y 1973.
Después, y al igual que muchos en su generación, abandonó la vida bohemia y formó una familia, y esas grabaciones quedaron, junto con sus recuerdos, olvidadas en un cajón.
No fue hasta el 2003, treinta años después, que su hijo se topó con estas grabaciones y, percatándose del tesoro que se encontraba en ellas, decidió enviarlas a J. Mascis, de Dinosaur Jr., quien consiguió que las canciones fuesen publicadas bajo el nombre de Colour Green.
En el disco nos encontramos con típicas canciones folk de corte íntimo, con la cálida y familiar voz de Sibylle apoyada de unos acordes de guitarra seleccionados con muy buen gusto. Una música amable, fluida, modulada cuando se hace necesario, perfecta para esas tardes lluviosas que parecen perderse en la indiferencia. 


LOS EXCELSOS DISCOS I

Vashti Bunyan, nacida en 1945, es una cantautora británica que en 1970 publicó su primer y único álbum, Just Another Diamond Day y del que se vendieron muy pocas copias. Bunyan, desanimada, abandonó su carrera musical y pasó los siguientes treinta años educando a sus tres hijos y criando animales. Durante este período, sin que ella lo supiera, la edición original de su disco fue convirtiéndose en una de las rarezas más codiciadas del mercado discográfico. Llegaron a pagarse 2.000 dólares por una copia en eBay. Este es una recopilación de sus simples y demos que nunca fueron editados en disco. Sí, entre 1964 y 1967 muchas estrellas brillaban por debajo de la supernova que eran Los Beatles.

jueves, 23 de julio de 2015

UN TEJIDO DE CARTAS

“El cuerpo no llega al mundo hasta que no es tocado por el fogonazo de una emoción. Y no puede salir de él y regresar todas las veces que sea necesario hasta que no descubre la palabra que nombra esa emoción, y todas las otras”. Así teoriza Claudia Masin en el prólogo que abre el libro Cuerpos Textualizados (2014); un puñado de cartas y cuerpos, como le gusta decir a Natalia Litvinova, que despliega un abanico emocional y reflexivo. Un obra que abarca cinco años de correspondencia con otro poeta, Javier Galarza.

Los libros de correspondencia entre autores, a diferencia de nuestro país, son muy habituales en el mundo anglosajón y, particularmente, en el francés. Ejemplos hay muchos: publicaciones de cartas entre Mary McCarthy con Hanna Arendt —o incluso entre la misma Anna Arendt con Martin Heidegger—, entre Flaubert con George Sand o, más acá en el tiempo, entre Michel Houllebecq con Bernard Henry-Lévy y entre Paul Auster con John Coetzee. En nuestro país es un género poco transitado, quizás el libro sobre diarios íntimos esté un poco más desarrollado, y por ese motivo el libro de Litvinova y Galarza viene, de alguna manera, a llenar ese vacío, a saldar una cuenta pendiente sobre un universo tan vasto como la obra que cada autor tiene por separado.

Natalia Litvinova es poeta y traductora, nacida en Bielorrusia en 1986, el mismo año en que se produjo uno de los desastres ecológicos más grandes de la historia: la explosión de la Central Nuclear Lenin de Chernovyl. Un estigma que la perseguiría en el tiempo como una herida abierta y que, de alguna manera, trató de exorcizar a través de su obra literaria. Publicó los libros de poesía Esteparia (2010), Balbuceo de la Noche (2012), Grieta (2012), Rocío Animal (2013) y Todo Ajeno (2013).

Javier Galarza es poeta y Profesor Asociado de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino donde dio cursos sobre Hölderlin, Rilke y Paul Celan. Escribió notas y ensayos sobre Osip Mandelstam y Alejandra Pizarnik. Dirigió la revista Vestite y Andate y publicó los libros Pequeña guía para sobrevivir en las ciudades (2001), El silencio continente (2008), Reversión (2010) y Refracción (2012).

Si bien la carta supone un diálogo, quizás una de las características fundamentales del género epistolar sea su relación con imaginarios. En Cuerpos Textualizados florecen todos los imaginarios posibles. El viajar hacia atrás en el tiempo para conocer a una Natalia niña, es un arrebato nostálgico, no exento de cierto desánimo de su referente inmediato: Javier Galarza. El sueño perturbador de una amenaza que terminaría matándola por el solo hecho de amarla, es el imaginario de Natalia Litvinova en un sueño compartido y analizado por su contraparte en ese cruce de cartas.

El libro está construido en tres secciones (“Un tejido de cartas”, “El Trabajo” y “Madrid-Buenos Aires. Entre dos ciudades”) y dentro de cada una de ellas aparece la ausencia. Una ausencia física, cuando cada uno por su lado debe viajar a otros países, no así la del lenguaje en el que ellos siguen comunicándose como si se aferraran a una tabla de salvación. “Tu idioma viaja a donde vayas” cita Galarza a Celan, y parece querer decir: allí en donde viaje tu lenguaje yo viajaré contigo. De esta manera sus traslados se convierten en ilusiones; en donde está uno está el otro. “Natalia, te muestro la vista de la ventana del hotel  para que espiemos juntos. Vos y yo solos”, le escribe Javier desde Noruega a lo que Natalia le contesta en otra carta: “Estoy espiando”. 

Esa simbiosis de cuerpos y miradas es lo mágico que tiene este ir y venir de cartas. Ese diálogo cercano, tan cercano que pareciera que estuvieran sentados uno al lado del otro en el mismo sitio, aunque estén separados por miles de kilómetros de distancia. De ahí la condición de “correspondencia”, de un diálogo que viaja a través del tiempo y el espacio. Quien escribe lo hace pensando en su propia imagen frente al otro, la que tiene en la mente en ese momento y es entonces que las palabras son escritas para ese otro recreado. “Cuando nos escribimos presenciamos la ausencia del tiempo”, dice Natalia, sabiendo que esa condición solo puede ser abolida interactuando con “vislumbres”, desde una Buenos Aires calurosa, al paisaje que deja entrever una ventana en la Noruega helada. En estas cartas parece licuarse la distancia, disolverse el espacio y fusionarse sus cuerpos con el poder del texto.

El hecho de que Natalia Litvinova y Javier Galarza sean escritores abre un universo particular por su capacidad de expresar sus miradas poéticas en palabras plenas de sensaciones placenteras, dolorosas y con sutiles arrebatos líricos. No en vano, Natalia se pregunta: “¿Qué haría el hombre sin las metáforas?”.

Cuerpos Textualizados es un libro de correspondencias entre 2008-2013 de dos náufragos que navegan en un mar de letras, de sentidos, de atisbos a diferentes lenguajes como el cine y la música, de sueños descifrados, de sueños inexplicados, de certezas —pocas—, de inseguridades —muchas—, de cotidianeidades que no dejan de ser símbolos de un propósito mayor: el de un plan maestro que solo a través de la visión poética es posible dilucidar.

Como salpicaduras de rocío aparecen en sus cartas, además de citas poéticas, películas de Haneke, de Lars Von Trier, de Verthoeven; canciones de Spinetta, de Marissa Nadler de Slowdive y referencias inéditas de obras de sus propios autores como Alina te espera de Javier Galarza o Memoria de Helena de Natalia Litvinova. Todo esto provoca en el lector un querer más, una búsqueda omnívora hacia otros territorios, porque Cuerpos Textualizados es eso: un conjunto de cartas que inician una búsqueda sin fin, un avance hacia un horizonte infinito.

Exponerse al fulgor de sus páginas es eso: salir de la postura estática que significa ponerse en algún lugar por el de moverse hacia otro lado, no importa adónde vayamos, lo que importa es estar en movimiento. Buscar es buscarse, encontrar es encontrarse.
“Si la luz de las estrellas muertas aún nos alumbra y nos conmueve, la muerte es solo un efecto”, nos ilusiona Javier Galarza.
“Veo el líquido brillante de los sueños en cada cosa que miro”, nos asombra Natalia Litvinova.
Cuerpos Textualizados es eso: un conjunto de luces y sombras, de muertes y resurrecciones, de sueños y despertares.


LITVINOVA, Natalia – GALARZA, Javier (2014) Cuerpos Textualizados, Buenos Aires, Letra Viva Editorial.

domingo, 5 de julio de 2015

INSOSLAYABLES III - HEMINGWAY Y LA HISTORIA SUMERGIDA

¿Qué es lo que más nos atrae de una buena historia? Creo que lo primero que se nos ocurriría contestar es que nos hace volar la imaginación, tanto por los hechos descriptos como por la visualización de los escenarios, la confección que hacemos de las fisonomías y movimientos de los personajes, por sus vestimentas y hasta por sus propios pensamientos. En una palabra, nos despierta el sentido de lo concreto en base a lo puramente abstracto. Nada de lo que hay en esas hojas escritas con signos arbitrarios es real, solo nosotros los transformamos en sonidos, olores, colores, voces y, hasta mágicamente, nos dejamos envolver por los recuerdos de los protagonistas, es decir, nos sumergimos en la abstracción de la abstracción. Ahora bien, cuando una historia es narrada dejando de lado los hechos más relevantes, nosotros, como lectores, tenemos que llenar esos huecos con más imaginación de la acostumbrada, es decir, descubrir algo que el propio autor no escribió. Esto es de alguna manera el principio fundamental de la Teoría del Iceberg que postuló Ernest Hemingway a través de su obra; el creador insoslayable de una nueva forma de escribir, el que nos retacea, en forma consiente, el nudo principal de lo que nos está contando. Si bien antes de Hemingway hubo otros que experimentaron con este método, solo él lo supo hacer con total maestría, al punto de que se lo considera como el estilista de prosa más influyente del siglo XX. El concepto del iceberg se refiere a una cuestión física: un trozo de hielo flotando en el agua deja ver en la superficie solo una parte —un octavo— de la totalidad; el resto se haya sumergido, invisible, oculto. Es esta porción invisible la más significativa, la que sostiene, como un cimiento indestructible, todo lo que queda expuesto a nuestros ojos. Y aquí está lo interesante en cuanto a la narrativa de Hemingway. Hay dos claros ejemplos de esto en los cuentos “El río de los dos corazones” y “Colinas como elefantes blancos”. Aquí, Hemingway relata, de forma magistral, cómo Nick, el protagonista del primer cuento, realiza una excursión de pesca. No hay nada más. Páginas y páginas de cómo se debe realizar esta tarea monótona y falto de atractivo, solo que debajo de la superficie, vamos percibiendo que Nick es un sobreviviente de la guerra y lo que está haciendo en forma tan detallada y con tanta concentración es para no pensar en el trauma que lo aqueja sin que nosotros lo hayamos leído. No está en el texto, pero lo percibimos en algunos detalles, en alguna frase tirada al azar, en el contexto o en el clima generado. En el otro relato, una pareja conversa en una estación de trenes mientras espera el expreso que  llevará a la protagonista a hacer algo que nunca se menciona en la historia. ¿Qué es? Se lo puede adivinar, está debajo de la superficie, dentro de la tensión de sus palabras, en alguna pista puesta al descuido. De esta manera, se exige a nuestra imaginación que trabaje el doble. Eso es lo provocativo en Hemingway, lo que hizo que los lectores, por lo menos los suyos, se convirtiesen en autores y que se interesasen en espiar por debajo del agua para ver qué es lo que está sosteniendo todo el relato. Podemos decir que Hemingway creó una nueva manera, no solo de escribir, sino también de leer. Es cierto que escribió novelas clásicas como París era una fiesta, Por quién doblan las campanas, Adiós a las armas y El viejo y el mar —por el que la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel en 1954— pero es en sus cuentos en donde está evidenciado en forma tajante su aporte vanguardista. Como todo creador de un nuevo estilo, tuvo muchos seguidores en cuanto a su estética minimalista. Grandes escritores como J.D. Salinger, William Yates, Raymond Carver y John Cheever se cuentan entre ellos. En Hemingway cada gesto, cada palabra de sus criaturas adquiere un simbolismo fundamental. Las conversaciones más triviales, las acciones más superfluas, los hechos más anodinos esconden por debajo una inquietud tan dramática que el clima se va haciendo insoportable a medida que avanza la trama. Todo el tiempo esperamos que algo suceda. Nada de eso ocurre. Esa es la magia del escritor de Illinois, no dice nada para decirlo todo. Teoría del iceberg, teoría de la omisión, teoría de la elipsis. De lejos, es decir si nos quedamos solo con la parte sobresaliente, solo veremos una pequeño pico de hielo, bello y minúsculo como un diamante. Nos quedaremos, por ejemplo, con las instrucciones amenas y didácticas de cómo se encarna el cebo para pescar truchas, o de escuchar la intrascendente y amable conversación de una pareja que está despidiéndose en una estación de trenes. Solo que muy por debajo de esta falsa teatralización, el hielo es monstruoso y denso, lo transparente es turbio, lo luminoso es opaco, el suelo tiembla desde su basamento y las miradas y gestos esconden el verdadero dramatismo de las cosas. Nada es lo que parece, nos dice el viejo Ernest, y nunca una sentencia es tan apropiada como para abordar su obra literaria. 

(Columna publicada en la Revista Qu Nro. 13 - Abril del 2015).