jueves, 6 de octubre de 2016

REVISTA DE RELATOS QU NÚMERO 17

Editorial

Mientras estamos en proceso.

Esta vez me gustaría hablar no sobre el proceso de gestación de una obra literaria —cuyos vericuetos se me hacen subjetivos y diversos hasta lo insondable— sino de cómo nos sentimos durante ese proceso.
Es algo que sentimos todos los que nos proponemos escribir; dentro del universo conformado por nuestra minoría, me atrevo a decir que es un sentir universal. Corrijo: más que un sentir. Es más bien un desplazamiento de la vida—ese estar pero no estar, ese vaciamiento de sentido que sufre lo cotidiano, esa relativa automatización de las cosas del día a día, esa sensación continua de tener la mitad de la cabeza en el mundo ficcional y el alma entera allí —pero también, aunque suene paradójico, es uno de los estados de consciencia más agudo que puede alcanzar un ser humano. Nuestra conexión con el mundo circundante, con los otros y con nosotros mismos es firme, franca, perspicaz… en definitiva, consciente. Estamos más arraigados en lo real, más atentos. Y eso es porque estamos observando. Observando, tamizando, descartando y por fin tomando cualquier cosa que pueda serle funcional a nuestro mundo en construcción.

Entonces, un escritor en proceso está a merced de dos movimientos, huracanados y complementarios: está mirando para afuera y mirando para adentro con un afán similar a la obsesión. Así, es a la vez un “colgado” y un filósofo, un vagabundo y un cartógrafo, un inútil y un maestro.

Y en ese transcurso somos felices. Hay algo por lo que vivir. Algo más allá de todo lo demás, quiero decir: algo que nos parece de terrible, de suprema importancia (la responsabilidad que conlleva la creación, nada menos). En consecuencia, hay corrientes de adrenalina que nos zarandean cuando menos la esperamos. Hay risas y lágrimas aparentemente inmotivadas. Hay ceguera y hay sordera. Y solemos adoptar conductas extrañas: quedarnos petrificados frente a la senda peatonal por espacio de dos semáforos, salir corriendo de la ducha o garabatear lo urgente en una servilleta, deambular del dormitorio al living y del living a la cocina con un bloc en una mano y una birome en la otra, cavilantes, abstraídos.

Sí, somos profundamente felices mientras estamos en proceso. Felices e intensos.
Porque además está esa sensación… ¡ah! Esa sensación sublime que nos inunda cuando las palabras se dejan agarrar, cuando un puñado de frases encastran (la combinación justa entre infinitas combinaciones posibles).

¡Cuándo desentrañamos el verdadero ser de nuestros personajes! ¡Cuándo las ideas cierran en círculos perfectos! ¡Cuándo releemos lo que acabamos de escribir y nos parece escrito por alguien mucho más diestro que nosotros! Ah, sí, es una sensación maravillosa.

Bueno, los dejo. He cumplido con la editorial de esta edición, y me alegro, pues en este momento yo misma estoy en ´proceso. Así que si me permiten…eh…perdón ¿qué les estaba diciendo?
La Editora

Staff

El que tuvo la idea de hacer una revista literaria: Germán Chiodi

La que concretó la idea, que acá tiene que aparecer como propietaria y directora: María Staudenmann

La que edita, redacta, corrige y se enloquece con los programas de diseño: María Staudenmann

La que produce: Mirtha Caré

Las que ilustran la tapa y el interior: Malena Previtali/Melinhada Midori

Los que hacen las secciones especiales: Benjamín Diez - Julai - Eme Ce - Melinhada Midori - Miguel Ángel Silva - Marilú Cristian  - Sabartés - Mario Berardi - Javier Saverna - María E. Vázquez

El que maneja la difusión en Internet: Julio César Nicolai

Cantidad de ejemplares impresos y distribuidos: 1000


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