Editorial
Mientras
estamos en proceso.
Esta
vez me gustaría hablar no sobre el proceso de gestación de una obra literaria
—cuyos vericuetos se me hacen subjetivos y diversos hasta lo insondable— sino
de cómo nos sentimos durante ese proceso.
Es
algo que sentimos todos los que nos proponemos escribir; dentro del universo
conformado por nuestra minoría, me atrevo a decir que es un sentir universal.
Corrijo: más que un sentir. Es más bien un desplazamiento de la vida—ese estar
pero no estar, ese vaciamiento de sentido que sufre lo cotidiano, esa relativa
automatización de las cosas del día a día, esa sensación continua de tener la
mitad de la cabeza en el mundo ficcional y el alma entera allí —pero también,
aunque suene paradójico, es uno de los estados de consciencia más agudo que
puede alcanzar un ser humano. Nuestra conexión con el mundo circundante, con
los otros y con nosotros mismos es firme, franca, perspicaz… en definitiva,
consciente. Estamos más arraigados en lo real, más atentos. Y eso es porque estamos
observando. Observando, tamizando, descartando y por fin tomando cualquier cosa
que pueda serle funcional a nuestro mundo en construcción.
Entonces,
un escritor en proceso está a merced de dos movimientos, huracanados y
complementarios: está mirando para afuera y mirando para adentro con un afán similar
a la obsesión. Así, es a la vez un “colgado” y un filósofo, un vagabundo y un
cartógrafo, un inútil y un maestro.
Y
en ese transcurso somos felices. Hay algo por lo que vivir. Algo más allá de
todo lo demás, quiero decir: algo que nos parece de terrible, de suprema
importancia (la responsabilidad que conlleva la creación, nada menos). En
consecuencia, hay corrientes de adrenalina que nos zarandean cuando menos la
esperamos. Hay risas y lágrimas aparentemente inmotivadas. Hay ceguera y hay
sordera. Y solemos adoptar conductas extrañas: quedarnos petrificados frente a
la senda peatonal por espacio de dos semáforos, salir corriendo de la ducha o
garabatear lo urgente en una servilleta, deambular del dormitorio al living y
del living a la cocina con un bloc en una mano y una birome en la otra,
cavilantes, abstraídos.
Sí,
somos profundamente felices mientras estamos en proceso. Felices e intensos.
Porque
además está esa sensación… ¡ah! Esa sensación sublime que nos inunda cuando las
palabras se dejan agarrar, cuando un puñado de frases encastran (la combinación
justa entre infinitas combinaciones posibles).
¡Cuándo
desentrañamos el verdadero ser de nuestros personajes! ¡Cuándo las ideas
cierran en círculos perfectos! ¡Cuándo releemos lo que acabamos de escribir y
nos parece escrito por alguien mucho más diestro que nosotros! Ah, sí, es una sensación
maravillosa.
Bueno,
los dejo. He cumplido con la editorial de esta edición, y me alegro, pues en
este momento yo misma estoy en ´proceso. Así que si me permiten…eh…perdón ¿qué
les estaba diciendo?
La Editora
Staff
El que tuvo la idea de
hacer una revista literaria: Germán Chiodi
La que concretó la idea,
que acá tiene que aparecer como propietaria y directora: María Staudenmann
La que edita, redacta,
corrige y se enloquece con los programas de diseño: María Staudenmann
La que produce: Mirtha
Caré
Las que ilustran la tapa y
el interior: Malena Previtali/Melinhada Midori
Los que hacen las secciones
especiales: Benjamín Diez - Julai - Eme Ce - Melinhada Midori - Miguel Ángel Silva - Marilú
Cristian - Sabartés - Mario Berardi - Javier Saverna - María E. Vázquez
El que maneja la difusión
en Internet: Julio César Nicolai
Cantidad de ejemplares
impresos y distribuidos: 1000
Grande, Miguel! Gracias por ser parte!
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