lunes, 8 de julio de 2019

INSOSLAYABLES - REDES SOCIALES: FACEBOOK



Nadie se hubiese imaginado que el 4 de febrero de 2004 nacía la red social que menos de veinte años después llegaría a tener más de 2200 millones de seguidores. Facebook, que surgió como una plataforma virtual para que los alumnos de diferentes universidades de Estados Unidos se pusieran en contacto, se ha convertido en un espacio de encuentros, de debate, de difusión y de búsqueda de contenidos en cada punto del planeta con acceso a Internet. A partir de entonces el mundo no volvió a ser el mismo. Y la pregunta que se fue perfilando es: ¿realmente sirve como herramienta cultural o solo sirve para exhibir una vida paralela, ficticia y narcisista.

Algo está claro: desde las páginas —o muros— de Facebook accedemos a un sinfín de publicaciones donde podemos enterarnos de estados emocionales; leer fragmentos de novelas, cuentos, poesías, críticas literarias, reseñas de cine; compartir denuncias, reflexiones, catarsis personales; difundir convocatorias a eventos y actividades de todo tipo. Y si bien la imagen es un elemento preponderante del post, la palabra también lo es. Esto nos lleva a pensar que todos, de alguna manera, nos hemos convertido en escritores.

Hoy en día, a quienes escribimos literatura nos basta con publicar cualquier texto en nuestro muro para que automáticamente llegue a cientos —o miles— de amigos, conocidos y no tan conocidos, los que a su vez pueden compartir esa publicación a otros cientos de contactos y así sucesivamente, lo que hace de cada post un verdadero best seller o por lo menos best seller en un mercado editorial tan pequeño como el nuestro.

Es como haber llegado a lo que podríamos denominar la democratización de la escritura, tanto en su aspecto masivo como en su condición de gratuidad. Ya no hace falta esperar a que una editorial acepte nuestros manuscritos —ya de por sí una odisea—, esperar a que el libro se edite en papel y esperar a que los ejemplares lleguen a los puntos de distribución para que finalmente desemboquen en las manos de los lectores.

Ahora solo es cuestión de escribir un texto, copiarlo en el muro y presionar enter. Al cabo de segundos, horas o días llegarán comentarios, adhesiones y, por qué no, críticas y sugerencias. De esta manera, desaparecen los intermediarios entre el autor y el lector. Y la eterna espera, claro.

¿Es esto bueno? Sí y no.

Sí, porque como dije antes, cada uno de nosotros puede convertirse de la noche a la mañana en un narrador o poeta conocido por una multitud de seguidores. Pero —y aquí está el riesgo— no todo lo que se escribe es de buena calidad. Al no haber un trabajo minucioso de corrección o simplemente de tomarse en serio la escritura, el hiperespacio abunda de textos que nunca pasarían el filtro de un buen editor. Sin embargo, así como no todo lo que reluce es oro, también es cierto que entre tanta hojarasca existen verdaderas gemas literarias que de otra manera no verían la luz, o quizás llevaría un largo período de tiempo descubrirlas.

El uso que cada uno le dé a Facebook es algo personal y único. Y así como puede servir meramente para publicar memes, videos graciosos o fotos de mascotas, también puede ser una gran vidriera de acontecimientos culturales, tanto propios como ajenos. O una vía de acceso a blogs; espacios literarios en los que suele haber un mayor rigor con la palabra escrita. De hecho, muchos escritores ya publicados por grandes editoriales, encuentran en los blogs un lugar de difusión para sus propios textos.

En Facebook, uno puede darse el lujo de acometer la escritura como un verdadero work in progress, es decir, escribir y publicar como si se tratase de un ejercicio de escritura. El postulado del “ahora o nunca” o quizás la celeridad de los tiempos que corren permiten este tipo de experimento.

También como lectores podemos sacarle jugo a esta plataforma: gracias a los miles de usuarios que comparten citas, párrafos y textos completos de autores consagrados y no tanto, podemos conocer más sobre ellos y, por efecto del azar, sobre otros autores y otras obras que desconocemos.

En definitiva, Facebook, esa gran telaraña en donde todo es absorbido y resignificado, puede ser de mucha utilidad para nuestras inquietudes literarias. Todo depende de su uso. Pero que la palabra es una entidad omnipresente en los millones de posts que se comparten diariamente, es una realidad que no podemos soslayar. 

Columna aparecida en la Revista Qu N° 25 - Redes Sociales 1/3 (Mayo 2019)


No hay comentarios:

Publicar un comentario