“Cuando entraste aquí el aire salió.
Y cada sombra se llenó de duda.
No sé quién te crees que eres,
pero antes de que pase la noche:
quiero hacer cosas malas contigo”.
Bueno, eso se hizo en las mesas y en las ponencias dentro del Encuentro Internacional de Literatura Fantástica: cosas malas. Malas para el canon literario, malas para lo correctamente político, malas para los escritores que se refugian en sus torres de marfil y terminan fosilizados y leídos por unos pocos, eso sí, todos muy cultos. No nos olvidemos que nuestra literatura nacional se formó con el fantástico, el policial y el misterio. Sin descontar el gótico de Echeverría —una interesante interpretación de Pablo Ansolabehere y su idea de que el gótico europeo se trasladó (no a nuestra narrativa sino a nuestra poesía) si bien con un trasfondo político, pero terrorífico y sangriento como la mejor tradición folclórica de los cuentos macabros.
Un gran reconocimiento a Mariana Enriquez, Mercedes Giuffré, Pablo Capanna, Tatiana Goransky Patricio Sturlese, Ángel Faretta, Soledad Quereilhac, Claudia Cortalezzi y muchos otros que siguen apostando por el border, por el desvío, por asomarse a la oscuridad que está más allá de la gran autopista iluminada de la Academia y, acá está lo bueno, vuelven para contarlo.
(Nota aparecida el 12 de Mayo de 2015).
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