“En pleno Siglo XVI,
cuando más de la mitad de las mujeres apenas sabía firmar, la Belle Cordière,
hija y esposa de cordeleros poderosos, ha estudiado el latín, italiano, español
y francés. Conoce música y el indispensable arte del bordado pero además es
excelente amazona y tan buena espada como para merecer el título de “capitaine
Loys”. Podrían ser demasiadas virtudes, todas juntas. Pero Louise primero se
educó. Después se fue a la guerra como cualquier joven de cualquier época y
lugar, ávida de experiencia. Y solo después, se dedicó a reflexionar. Es decir,
escribir”.
Así comienza “Recorrido
intelectual de una poeta del Siglo XVI”, el prólogo de Claudia Schvartz que anticipa
la obra de Louise Labé (1524-1566), “Sonetos y Elegías”, una pequeña y hermosa
edición bilingüe a cargo de Leviatán que en su momento tuvo una tirada de 1000
ejemplares (mayo del 2006) y que encontré como saldo en la librería Los
Argonautas de Avenida Santa Fe. Uno de esos pequeños talismanes literarios que
uno encuentra de tanto en tanto. Luego de este fragmento hay un análisis sobre
la traducción en la sección que titula “Pequeña anotación sobre la traducción”.
Allí, entre otras cosas, Claudia Schvartz (autora de Eólicas, en el mismo sello
editorial) aclara que: “traducir es relativo al desciframiento de una voz: un
trabajo de intérprete. A medida que se avanza en la tarea hay inflexiones que
esa voz niega a hacer, mientras emprende otras con la naturalidad de lo propio.
Finalmente, cuatro siglos son nada si la traducción puede rescatar del texto la
proximidad, devolverle la intimidad que los siglos distanciaron. Hice y deshice
las versiones hasta que la voz sonara como yo la oía. Por eso considero su
publicación como la culminación de la diletante”.
Hay un agradecimiento
final al poeta y traductor Ricardo Zelarayán, a Cristina Orive y a la gran Diana
Bellessi por su gestión editora.
Pero volviendo a “La Safo
de Lyon”, uno de los tantos sobrenombres como fue conocida en esa época Louise
Labé —otros fueron “La Ninfa del Ródano” y “La Bella Cordelera”— cabe destacar
que estamos ante una de las grandes poetas del Renacimiento y que está
considerada como una de las escritoras más notables de la lírica gala
renacentista y, sin lugar a dudas, como una de las voces poéticas femeninas más
hondas, íntimas y originales de todos los tiempos. De hecho es la última de las
poetas trovadoras cuya poética ha sido estudiada y traducida por el mismo
Rilke.
Su obra es breve, pero
potente. Solo consta de dos textos en prosa, una alegoría titulada “Debat de
Folie et d'Amour” (Debate entre la Locura y el Amor), inspirada en el “Elogio
de la locura” de Erasmo, tres Elegías al estilo de las "Heroínas" de
Ovidio y veinticuatro sonetos. Estos últimos, inspirados por el gran amor que
tuvo hacia Olivier de Magny, que derivó en un lirismo ardiente, con un
auténtico sentimiento amoroso, así como una acentuada sensualidad que la convirtió
en representante del erotismo poético de su tiempo.
La aparición de sus textos, a
mediados del siglo XVI, supuso la consagración de una audaz escritora que, para
asombro de muchos, publicaba sus versos precedidos de altos elogios firmados
por algunos de los mayores poetas franceses del momento. La inspiración amorosa
de su poesía, así como la libertad e independencia de su pluma, la convirtieron,
a ojos de muchos lectores, en una nueva Safo —la poeta griega, también conocida
como Safo de Lesbos y que vivió entre los siglos VII-VI a.C. — si bien esta
comparación iba únicamente referida a su condición de mujer y su asombrosa
falta de prejuicios, ya que la temática lésbica no asoma por debajo de ninguno
de sus versos.
Sorprendía, además, que
una escritora hubiera cosechado tantas alabanzas —sobre todo, entre los grandes
autores de la Pléiade, grupo de poetas franceses con el propio Ronsard a la
cabeza— con una producción tan exigua.
Louise Labé, como Homero,
forma parte del mito de si realmente existió o, como afirman algunos
especialistas de su obra, fue el nombre de fantasía tramado por un famoso grupo
de poetas que desarrollaron su actividad en Lyon en torno a Maurice Scève y
Pernette du Guillet, la hoy llamada Escuela Lionesa.
Al margen de esta
polémica, lo que sí podemos descubrir es que la poesía de Louise Labé brilla
con luz propia, reivindica la independencia de pensamiento y actuación de la
mujer, así como la defensa del derecho a la educación y al uso del discurso
amoroso por parte de la población femenina. De hecho en un fragmento que le escribe a su
amiga Clemence de Bourges le recomienda:
“Y
porque las mujeres no se muestran solas en público, la he elegido para que me
sirva de guía, y le dedico esta pequeña obra, que tiene por único fin ratificar
el sentimiento que desde hace tiempo le manifiesto, e incitarla y provocarle
ganas, viendo mi obra torpe y mal construida, de traer a la luz otra que esté
más trabajada y sea más graciosa. Firma Louise, Su humilde amiga…”
Una vida tumultuosa y
difícil para una mujer que fue llamada “plebeia meretrix” por el propio Calvino
que junto a sus seguidores tomaron la ciudad de Lyon y la empobrecieron tanto
económica como culturalmente. Por ese motivo, Louise Labé terminó sus días en
una recluida casa de campo, en donde falleció en 1566.
Sus palabras, en el Soneto
III reflejan, en parte, su corazón ardiente, su alma pasional y su rebeldía en
una época en que estuvo infamada por sus aires libertarios pero a la que logró
rebelarse a través de la poesía.
“Pues
tan maltrecha estoy por todas partes
Que
en mí una nueva herida
No
podrá encontrar lugar para empeorarme”.
O a través de sus sentimientos
tumultuosos en el Soneto VIII.
“Vivo
y muero. Me quemo y ahogo.
Calor
extremo siento cuando hace frío.
La
vida me resulta demasiado blanda y dura.
Tengo
grandes penas de júbilo mezcladas”.
A la vez, creía
fervientemente en la idea de una vida plena, sin prejuicios y con la esperanza
de un mundo mejor, como lo demuestra en el Soneto XVI.
“Luego
de que el granizo y el trueno
Castigaran
un tiempo el alto monte Cáucaso,
El
bello día vuelve, de brillo revestido,
Cuando
la tierra Febo ha circundado”.
En definitiva, “Sonetos y
Elegías” de Louise Labé es un buen acercamiento a la poesía renacentista del
Siglo XVI a través de una de la voces más originales y audaces que dio la
lírica francesa.
“No
me condenéis, señoras, por haber amado.
Si
he sentido mil antorchas ardientes.
Mil
trabajos, mil dolores mordientes.
Si
llorando consumí mi tiempo,
¡Ay!
que mi nombre no sea censurado.
Fuentes: MCN
Biografías.com y Wikipedia. org
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