“Por el azar”.
Brindamos por el azar. En realidad yo dije brindemos y vos dijiste: “por el
azar”, y me pareció bien. Entrechocamos nuestros vasos de cerveza rubia y luego
la bebimos de a sorbos. La frase “por el azar” quedó dando vueltas en el aire.
Y eso me remontó a una serie de sucesos que nos hicieron desembocar en un lugar
al que no habíamos planeado ir. Después de las eternas esperas en Tea
Connection, después del test que te hice como un juego en el que tu niñez es
frondosa, tu felicidad un cuentos de hadas y tu amor transparente como una copa, había
dicho, mientras me ajustaba el cinturón de seguridad y enfilaba por Juramento: “bueno,
vamos rumbo a lo desconocido”. Y, en cierta medida, fue algo a lo que nos
habíamos predispuestos a realizar. Villa Urquiza se transformó en ese mundo
desconocido, con calles cortadas, con desvíos impensados y con el
desconocimiento total de mi parte por el lugar en el que transitábamos. Ni
siquiera una agente de policía de tránsito pudo darnos una orientación de en donde
estaba la calle Triunvirato. Aunque muchas veces ocurre lo mismo, nadie sabe indicarte
en donde estás parado. ¿Por qué tenía anotada mal la dirección? ¿Por qué 444,
en lugar de 4444? ¿Adónde había ido a parar ese 4 faltante? Aclaro que en la
Cábala el 4 representa la memoria (¡qué coincidencia!) y las 4 direcciones (y
eso hicimos, nos desorientamos en las 4 direcciones posibles). ¿Por qué no
pregunté directamente por el Teatro? ¿Por qué doblé para buscar una numeración
que de antemano a vos ya te parecía absurda?
Brindamos por el azar. Una
condición que se aparta de la previsibilidad, de la seguridad, de lo
establecido, de la rutina. Nos movimos por puro azar y, por puro azar,
terminamos cenando a muy pocas cuadras de tu casa. Durante el viaje hiciste una
llamada al teatro que nunca fue contestada y una llamada a Adriana que nos
indicó de manera correcta el lugar al que debíamos ir, pero claro, en ese
momento estábamos lindando, por puro azar, los muros del Cementerio de
Chacarita. Los minutos pasaban y la función de las 20 ya había empezado. Me
detuve en tres lugares para preguntar infructuosamente. El azar nos llevaba de
un lado al otro como un bote a la deriva. Hasta que al fin llegamos. Con una
película empezada hacía unos veinte minutos no era conveniente entrar a verla.
Nos volvimos. Me sentía desanimado por no haber llegado a tiempo, por no haber
complacido una hermosa idea tuya de ver una película italiana. Podría decir que
fue el azar, y fue por eso que después brindamos con la convicción de que
fuimos rehenes de su proceso totalmente aleatorio y espontáneo. Un azar
ontológico, el que cada uno de nosotros lleva incluido dentro de su propia
existencia. De pronto, Villa Urquiza se transformó en un laberinto borgeano; el
laberinto de Creta. Llamaste a Adriana para que nos diera el hilo conductor.
(Adriana-Ariadna). Un sugestivo anagrama que ya nos decía que estábamos en las
puertas del laberinto de Dédalo. ¿Estaría el Minotauro adentro del cine 25 de
Mayo?
Todo esto viene a
cuento por lo que te había comentado en Kentucky: cualquier situación puede ser
narrada como lo hace Karl Ove Knausgard sobre su vida en particular que, de
alguna manera, abarca a todas las vidas en general. Y otra vez Borges y su
famosa frase: “un hombre es todos los hombres”.
“La Grande Belleza” la
podremos ver en otra ocasión o conseguir el DVD, pero ese brindis azaroso
disparó esta pequeña historia que compartimos juntos, y esto no podría haberlo
escrito si no nos hubiésemos “perdido” por obra y gracia del azar en las
empedradas calles de Villa Urquiza. El azar nos hizo perder una película pero,
a mí por lo menos, me llevó a sentirme a gusto en esa burbuja que siempre
construimos alrededor nuestro, mientras desesperezabas con tu voz algunos
versos de Miguel Hernández, algunas anécdotas de Diana Bellessi, algunas
reflexiones y muchos proyectos.
Entonces, y para terminar,
nunca tan bien acertado tu brindis: “Por el azar” como broche dorado de un
viaje imprevisible.
PD: No te olvides que
entramos en el mes de Augusto en que todo lo que nace será brillante y
bienaventurado. Ayer fue una escapatoria. Entramos a un laberinto y pudimos
salir. Según Borges todos los que entran a uno de ellos salen muertos o heridos.
Yo me atrevería a una más: se puede salir ileso y radiante.
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