martes, 12 de agosto de 2014

EL LABERINTO DE VILLA URQUIZA



“Por el azar”. Brindamos por el azar. En realidad yo dije brindemos y vos dijiste: “por el azar”, y me pareció bien. Entrechocamos nuestros vasos de cerveza rubia y luego la bebimos de a sorbos. La frase “por el azar” quedó dando vueltas en el aire. Y eso me remontó a una serie de sucesos que nos hicieron desembocar en un lugar al que no habíamos planeado ir. Después de las eternas esperas en Tea Connection, después del test que te hice como un juego en el que tu niñez es frondosa, tu felicidad un cuentos de hadas y tu amor transparente como una copa, había dicho, mientras me ajustaba el cinturón de seguridad y enfilaba por Juramento: “bueno, vamos rumbo a lo desconocido”. Y, en cierta medida, fue algo a lo que nos habíamos predispuestos a realizar. Villa Urquiza se transformó en ese mundo desconocido, con calles cortadas, con desvíos impensados y con el desconocimiento total de mi parte por el lugar en el que transitábamos. Ni siquiera una agente de policía de tránsito pudo darnos una orientación de en donde estaba la calle Triunvirato. Aunque muchas veces ocurre lo mismo, nadie sabe indicarte en donde estás parado. ¿Por qué tenía anotada mal la dirección? ¿Por qué 444, en lugar de 4444? ¿Adónde había ido a parar ese 4 faltante? Aclaro que en la Cábala el 4 representa la memoria (¡qué coincidencia!) y las 4 direcciones (y eso hicimos, nos desorientamos en las 4 direcciones posibles). ¿Por qué no pregunté directamente por el Teatro? ¿Por qué doblé para buscar una numeración que de antemano a vos ya te parecía absurda?
Brindamos por el azar. Una condición que se aparta de la previsibilidad, de la seguridad, de lo establecido, de la rutina. Nos movimos por puro azar y, por puro azar, terminamos cenando a muy pocas cuadras de tu casa. Durante el viaje hiciste una llamada al teatro que nunca fue contestada y una llamada a Adriana que nos indicó de manera correcta el lugar al que debíamos ir, pero claro, en ese momento estábamos lindando, por puro azar, los muros del Cementerio de Chacarita. Los minutos pasaban y la función de las 20 ya había empezado. Me detuve en tres lugares para preguntar infructuosamente. El azar nos llevaba de un lado al otro como un bote a la deriva. Hasta que al fin llegamos. Con una película empezada hacía unos veinte minutos no era conveniente entrar a verla. Nos volvimos. Me sentía desanimado por no haber llegado a tiempo, por no haber complacido una hermosa idea tuya de ver una película italiana. Podría decir que fue el azar, y fue por eso que después brindamos con la convicción de que fuimos rehenes de su proceso totalmente aleatorio y espontáneo. Un azar ontológico, el que cada uno de nosotros lleva incluido dentro de su propia existencia. De pronto, Villa Urquiza se transformó en un laberinto borgeano; el laberinto de Creta. Llamaste a Adriana para que nos diera el hilo conductor. (Adriana-Ariadna). Un sugestivo anagrama que ya nos decía que estábamos en las puertas del laberinto de Dédalo. ¿Estaría el Minotauro adentro del cine 25 de Mayo?
Todo esto viene a cuento por lo que te había comentado en Kentucky: cualquier situación puede ser narrada como lo hace Karl Ove Knausgard sobre su vida en particular que, de alguna manera, abarca a todas las vidas en general. Y otra vez Borges y su famosa frase: “un hombre es todos los hombres”.
“La Grande Belleza” la podremos ver en otra ocasión o conseguir el DVD, pero ese brindis azaroso disparó esta pequeña historia que compartimos juntos, y esto no podría haberlo escrito si no nos hubiésemos “perdido” por obra y gracia del azar en las empedradas calles de Villa Urquiza. El azar nos hizo perder una película pero, a mí por lo menos, me llevó a sentirme a gusto en esa burbuja que siempre construimos alrededor nuestro, mientras desesperezabas con tu voz algunos versos de Miguel Hernández, algunas anécdotas de Diana Bellessi, algunas reflexiones y muchos proyectos.
Entonces, y para terminar, nunca tan bien acertado tu brindis: “Por el azar” como broche dorado de un viaje imprevisible.


PD: No te olvides que entramos en el mes de Augusto en que todo lo que nace será brillante y bienaventurado. Ayer fue una escapatoria. Entramos a un laberinto y pudimos salir. Según Borges todos los que entran a uno de ellos salen muertos o heridos. Yo me atrevería a una más: se puede salir ileso y radiante. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario