sábado, 8 de agosto de 2015

PARALELISMOS

Emily Dickinson tenía guardados más de 2000 poemas en los cajones de su habitación. Luego de su muerte, en 1886, fueron descubiertos por su hermana Lavinia que, a partir de ese momento, comenzó un largo recorrido para que pudieran ser publicados. 
Hoy está considerada una de la más importantes poetas de todos los tiempos. Nunca tuvo reconocimiento alguno en sus 56 años de vida. Nunca publicó nada, más que algún poema perdido en revistas universitarias. 
Ciento veintitrés años después la historia parece repetirse.
Vivian Maier, luego de su muerte en el 2009, dejó guardados en su casa más de 100 mil negativos en cajas selladas. Las descubrió en una subasta y por casualidad un escritor, que estaba buscando material para un libro sobre Chicago. 

Vivian fue niñera de tiempo completo para ganarse la vida y una fotógrafa aficionada que salía, en sus días libres, a las calles con su cámara Rolleiflex a retratar la vida de la ciudad. Al igual que Emily Dickinson, nunca pensó en mostrar parte de su trabajo artístico. 
Hoy está camino a ser considerada como una de las mejores fotógrafas del siglo XX, a pesar de que nunca publicó fotografía alguna en ningún medio de prensa.
De alguna manera podemos decir que Emily Dickinson y Vivian Maier se parecen. 

Mientras que Emily fotografió la naturaleza del alma en el silencio de su habitación, Vivian tuvo la habilidad de poder narrar con su mirada poética y sensible el modo de vida de una ciudad, en la oscuridad de un cuarto de revelado, sin que nadie se percatase de ello.
A ambas le debemos gran parte del arte de nuestro tiempo.
Ellas nunca lo pudieron prever... y ni falta que les hizo.

jueves, 6 de agosto de 2015

A TRAVÉS DE UNA CHICA, OSCURAMENTE

Muchas de las historias de James Tiptree Jr. —como la que da título a esta columna— poseen un ambiente que recuerda a la space opera y a las revistas pulp de ese entonces (ejemplares baratos y de baja calidad que se hacían con la pasta de papel sobrante de las imprentas en la década del '20 y del '30) que James leía en su juventud, aunque con un tono más oscuro: los viajes estelares de los personajes están a menudo vinculados con una fuerte alineación espiritual, o una experiencia trascendente que provoca una satisfacción, pero también la muerte. 
Alice Bradley Sheldon, tal era su verdadero nombre, no solo fue escritora de cuentos de ciencia ficción, también fue agente de la CIA, oficial de Inteligencia Militar, pintora, crítica de arte para el Chicago Sun y Doctora en Psicología Experimental por la George Washington University. Ganadora del Premio Nebula en 3 ocasiones; del Premio Hugo en 2 y del Locus en 3, fue también finalista en 12 oportunidades para recibir estos galardones, algo así como el Premio Nobel de la ciencia ficción. 
Con su seudónimo masculino, del cual sacó Tiptree de un frasco de mermelada, se carteó con grandes escritores del género, como Philip K. Dick, Harlan Ellison, Robert Silverberg y Ursula K. Le Guin, sin que ellos jamás lo supieran. En un prólogo que escribió para su libro "Mundos Cálidos y otros", el escritor Robert Silverberg se preguntaba a sí mismo por la obcecada manía de su autor preferido en no darse a conocer a sus pares. Decía en su prólogo "¿Quién es Tiptree? ¿Qué es Tiptree?". 

Tiptree ha elegido —quizás por un astuto sentido de las relaciones públicas, quizás por cierto componente secreto de su naturaleza— ocultar en el misterio su propia persona. La ciencia ficción es un campo en que los escritores se conocen naturalmente y en el que no es de ningún modo desusado que casi todos los amigos íntimos de un escritor sean también autores de ciencia ficción; sin embargo, no conozco a ningún miembro de la fraternidad de la ciencia ficción que se haya encontrado alguna vez con Tiptree ni a persona alguna que sepa cómo es o qué hace para ganarse la vida. A medida que su reputación crecía —como ha crecido durante 1970, 1971 y 1972 —se ha intensificado la curiosidad acerca del hombre que hay detrás de estos relatos, y en particular cuando se tornó evidente que se proponía mantener toda la intimidad posible en este universo literario notoriamente gregario. Escribe cartas, sí, muchas y vigorosas; pero la dirección del remitente es un apartado de correos de Virginia. No llama por teléfono a los editores o agentes ni a otros escritores. Si concurre a las convenciones de ciencia ficción, lo hace de incógnito.
Incitados por la obstinada insistencia de Tiptree en la oscuridad personal, los autores de ciencia ficción se han permitido las especulaciones más descabelladas. Se suele decir que su nombre verdadero no es Tiptree, aunque nadie sabe cuál es. (Es bastante plausible que Tiptree sea un seudónimo, pero tengo la esperanza de que no sea así. Me gusta el nombre y me agradaría que perteneciera por derecho de nacimiento al hombre que lo usa). Se ha sugerido que es una mujer, teoría que encuentro absurda porque hay para mí algo ineluctablemente masculino en sus narraciones. No creo que las novelas de Jane Austen puedan haber sido escritas por un hombre ni las de Ernest Hemingway por una mujer; del mismo modo creo que el autor de los cuentos de James Tiptree es un hombre. 

martes, 4 de agosto de 2015

REFLEXIONES LITERARIAS II

¿Por qué escribimos? ¿Por qué leemos? ¿Por qué nos gusta reunirnos a escuchar a otros que leen? Preguntas retóricas que tienen un denominador común. 
Porque lo necesitamos. 
Porque eso hizo la especie humana desde que fue algo más que sales y minerales y tuvo el don de la palabra. Oral, primero, escrita luego. Reunirse para escuchar. Escribir para entenderse. 
¿Cómo comprender el mundo y a sus inexplicables acontecimientos sino es a través de nuestros propios e inexplicables acontecimientos emocionales escritos a solas, leídos a solas o compartidos en público? 
El que lee, el que cuenta, el que escribe forma parte de un territorio abstracto en el que se mueven las letras, las historias, los versos, las palabras.
En el momento mágico de la lectura, en el que uno se para frente a otros, es cuando todo se convierte en una sola entidad, en un solo cuerpo, en un solo organismo. 

Un poema escrito, una historia narrada es algo que nos pone en evidencia con nuestra propia sed de ser. Frases sueltas que se adhieren a nuestra piel como una vestimenta que nos sirve para seguir caminando más liviano. Nos vestimos de letras para desnudar nuestros sentimientos más profundos. Por eso el reunirse a leer, a escuchar, a sentir esas palabras tiradas al aire se convierte en una comunión ancestral, en la magia alquímica que necesitamos para dejar atrás el metal, para que nuestra sangre sea algo más que espuma de mar y que nuestra mente arda en el espacio estrellado.
En una palabra, para dejar de ser lo que fuimos hace miles y miles de años, solo para llegar hasta este punto y preguntarnos: 

¿Por qué escribimos? ¿Por qué leemos? ¿Por qué nos escuchamos? 
Y aunque al universo este hecho pudiera parecerle totalmente indiferente, de hecho lo debe ser, solo nos queda la palabra para comprenderlo. El universo se comprende a sí mismo. Nosotros necesitamos algo más para hacerlo. La palabra es la clave. 
Detrás de todo eso no hay más que el espacio mineral. Vacío. Imperturbable. Indiferente. Eterno. Todo lo contrario a lo que somos. 
Por eso vale la pena escribir, narrar historias y leer poesía. Para no ser, por lo menos en un breve lapso de tiempo, tan vacíos, tan imperturbables, tan indiferentes como el mundo del cual brotamos. 
Ya volveremos a ser parte de eso en un futuro próximo. Mientras tanto sintámonos una roca viva, un viento plagado de susurros y un fuego que derrama lágrimas de pasión. 
Solo así podremos equilibrar las cosas entre lo que fuimos, lo que somos y lo que volveremos a ser.

sábado, 1 de agosto de 2015

LOS MÍOS, LOS TUYOS, LOS NUESTROS

Investigando un poco por Internet me enteré que esos libros de la década del 80, por los cuales tengo una gran predilección, habían aparecido en nuestro país con 50 títulos. La colección se llamó Mis Libros y era una edición para el mercado local de la original española que se llamaba Tus Libros. La editorial era Hyspamérica-Anaya pero cuando se tenía pensado publicar la colección completa, tal cual había salido en España, desaveniencias entre las casas editoras, provocaron el corte abrupto de los títulos restantes. Como sea, eran (son) unas ediciones de lujo, con tapa dura, con una Introducción a la novela policíaca, a la novela romántica, a la literatura satírica, a la de ciencia ficción, entre otras y según el caso, más un apéndice del contexto en el que se desarrollaba la obra y, por si fuera poco, la bibliografía completa (original y traducida) de toda la obra del autor. Una suerte de ensayos tan valiosos como el libro en sí. Dato curioso: la obra original ascendía a 165 títulos si tenemos en cuenta que se editaron, especialmente para Argentina, el Facundo de Sarmiento y Don Segundo Sombra de Güiraldes. Solo en casa de saldos y muy raros de conseguir. A mí, por lo que me acabo de enterar, me faltan 38.

LA MIRADA DE MARINA ABRAMOVIC

Cuando tiempo atrás vi el video de la performance que Marina Abramovic realizó en el MoMA de New York en el 2010 (en donde sucedió el conocido reencuentro con su pareja artística y sentimental, Ulay, después de 23 años sin verse) nunca imaginé que yo mismo iba a experimentar, cinco años más tarde, esa misma mirada por espacio de un minuto. No la busqué, simplemente ella me encontró a través de la multitud de personas que estábamos a su alrededor. Una mirada cargada de tantas cosas imposibles de describir que solo me queda un cosquilleo en la piel cada vez que me acuerdo de ello. La intención, según ella declara, es hacer experimentar a los espectadores el no-tiempo, el tiempo efímero y eterno de la performance. Hacerles sentir en primera persona la experiencia del tiempo indeterminado, el tiempo sin tiempo de la contemplación. 
Eso es lo que Marina Abramovic realizó en el Centro de Arte Experimental de la UNSAM; comulgar con un tiempo indefinido a través del movimiento lento, de la meditación y del contacto visual con otras miradas, con otras personas que, como ella, arrastran historias tan disímiles y enfrentadas que en ese momento logran unificarse en un solo concepto: estamos aquí, solo vos y yo, mirándonos, sin tiempo, sin espacio, sin sonido, solo los dos, creando algo inasible, íntimo…
Al final de la experiencia, ella se incorporó de su silla y lloró. Quién sabe qué cosas pasaron por su mente y corazón en ese momento. Lo único que puedo decir, y que fue lo único que pude balbucear cuando la saludé al cierre de la Bienal, es un: “gracias”. Gracias por permitirnos acceder a su mundo interior y, de alguna manera, al nuestro propio.
Según Graciela Casabé, la directora de la Bienal, "acercarse a una definición de performance es, en sí, una práctica de lo imposible. Designa una amplia variedad de actos difíciles de discernir. Y en esa indeterminación, como manifestación huidiza y esquiva, radica todo su potencial arrollador. En el mismo gesto con que se describe o explica, se borra y se vuelve a escribir en otra forma para después mutar".
Marina Abramovic nos da una definición exacta del valor artístico que se encuentra en todos nosotros y por eso hay que estarle agradecidos, por ponerse a nuestro servicio, no solo a través de su creatividad, sino brindándose entera con su propio cuerpo. Valió la pena las horas de espera bajo una lluvia intensa e invernal.

ENCUENTRO INTERNACIONAL DE LITERATURA FANTÁSTICA

Con más de 50 expositores, la Biblioteca Nacional se transformó por espacio de cuatro días (8 al 12 de Mayo) en el Hotel Overlook, en la nave espacial Nostromo, en el legendario castillo de Transilvania y en las ruinas de Carcosa. Por eso, y para dar por finalizada tamaña experiencia, transcribo parte de la letra de “Bad Things” (y el excelente tema) de Jace Everett que bien podría haber sido murmurada por la Dama de los Libros a todos los que atravesamos sus puertas vidriadas: 


“Cuando entraste aquí el aire salió.
Y cada sombra se llenó de duda.
No sé quién te crees que eres,
pero antes de que pase la noche:
quiero hacer cosas malas contigo”.




Bueno, eso se hizo en las mesas y en las ponencias dentro del Encuentro Internacional de Literatura Fantástica: cosas malas. Malas para el canon literario, malas para lo correctamente político, malas para los escritores que se refugian en sus torres de marfil y terminan fosilizados y leídos por unos pocos, eso sí, todos muy cultos. No nos olvidemos que nuestra literatura nacional se formó con el fantástico, el policial y el misterio. Sin descontar el gótico de Echeverría —una interesante interpretación de Pablo Ansolabehere y su idea de que el gótico europeo se trasladó (no a nuestra narrativa sino a nuestra poesía) si bien con un trasfondo político, pero terrorífico y sangriento como la mejor tradición folclórica de los cuentos macabros. 
Un gran reconocimiento a Mariana EnriquezMercedes Giuffré, Pablo Capanna, Tatiana Goransky Patricio Sturlese, Ángel Faretta, Soledad Quereilhac, Claudia Cortalezzi y muchos otros que siguen apostando por el border, por el desvío, por asomarse a la oscuridad que está más allá de la gran autopista iluminada de la Academia y, acá está lo bueno, vuelven para contarlo. 
(Nota aparecida el 12 de Mayo de 2015).