martes, 1 de agosto de 2017

INSOSLAYABLES X — DINASTÍA DE BRUJAS

El origen de las sagas literarias se remontan más allá de la  baja Edad Media. Anónimas y  épicas fueron escritas principalmente en Noruega, Islandia, Dinamarca y Alemania. Productos de la oralidad y de la tradición popular, el término saga es afín a los verbos sagen y say (decir y referir en alemán e inglés); hoy, el término alude a obras de autores que necesitan más de un libro para contar (decir, referir) una historia. Ejemplos actuales sobran y no necesitamos ir hasta el Saga Volsunga (la Saga de los Tiempos Antiguos, texto islandés por excelencia) para encontrar este raudal de libros en cadena.  

Ya no se escriben sagas como antaño. Lo que ahora se llama saga es una serie de libros de aceptación masiva —cuánto más sean, mejor—, de los que luego suelen realizarse películas que acrecientan su popularidad. Dentro de este nuevo paradigma podemos incluir desde El Señor de los Anillos de J. R. Tolkien hasta Harry Potter de J. K Rowling, pasando por la Trilogía Divergente de Verónica Roth y la Saga Millenium de Stieg Larsson. 

Algunos autores —los considerados dentro del canon literario como Paul Auster y Philip Roth— también hicieron su aporte a este fenómeno a través de la Trilogía de Nueva York o la Trilogía Estadounidense respectivamente. Sin olvidar a los argentinos, como Liliana Bodoc y su Saga de los Confines.

Quiero detenerme en una saga brillante, poco conocida y nunca llevada al cine, de ahí su rareza y recomendación. Me refiero a la historia sobre la dinastía Mayfair de Anne Rice. Si bien Rice es más conocida por Entrevista con el vampiro, primer libro de Crónicas Vampíricas (que ya va por el volumen 12, toda una epopeya), esta historia es digna de mención por su insuperable calidad narrativa y su gran despliegue de detalles históricos.

En sus más de 2700 páginas, la trilogía de las brujas de Mayfair —La hora de las Brujas (1990), La voz del diablo (1993) y Taltos (1994)— es un gran exponente de lo que podría llamarse gótico moderno. Lo que logra Anne Rice, lejos de saturar el género, es actualizarlo de modo magistral. “Sus personajes son maravillosamente humanos y resultan enteramente creíbles”, dijo el Cleveland Plain Dealer; muy lejos, podría añadir, de lo que transmitían los acartonados personajes que habitaban los castillos de antaño.

En su momento su recepción fue entusiasta pero, quizás porque su lectura transmite cierta incomodidad moral, quedó relegada a un segundo plano dentro de la obra general de la autora. La historia comienza en 1689 y abarca trece generaciones de mujeres con habilidades  extraordinarias y poderes sobrenaturales. Una trama totalmente compleja y enrevesada que —mediante informes detallados de una organización que estudia los fenómenos psíquicos llamada Talamasca, intercalada dentro del texto—nos hace creer en la existencia de un espíritu que desea por todos los medios corporizarse en forma humana.

Si ya por regla general Rice atrapa al lector en la intriga, en esta trilogía el lector queda absolutamente abrumado, no solo por la profusa cantidad de detalles en los que describe a cada uno de sus personajes y a su entorno, sino por la intrincada maraña de acontecimientos aparentemente inconexos que jalonan la narración. La autora parece haber llevado la sentencia de Vladimir Nabokov hasta su máxima expresión cuando el novelista ruso dijo: “La literatura está hecha de los divinos detalles”.

Anne Rice se refugió en un mundo sombrío luego de la muerte de su hija Michelle cuando tenía solo cinco años, producto de la leucemia. Este triste suceso fue el impulso de las Crónicas Vampíricas —una catarsis necesaria— y también el motor que la llevó de regreso a Nueva Orleáns, su ciudad natal, donde  encontró la inspiración para escribir la saga de las brujas de Mayfair; una ciudad en la que los fantasmas, según sus habitantes, pueden verse a plena luz del día entre el gentío del Mardi Gras, el colorido carnaval pagano que antecede a la Semana Santa. Muy arraigado en la comunidad, el Mardi Gras se funde con la profunda fe católica que se respira en el estado de Luisiana: el caldo de cultivo perfecto para amalgamar la religión católica con el más ancestral de los paganismos: la brujería.

No voy a entrar en detalle en la trama de la historia —eso sería imposible—, solo diré que sobre las trece generaciones de la dinastía Mayfair pesa una maldición. La bruja número trece —la protagonista principal de la trilogía— no se dedica al ocultismo, la magia negra o la alquimia, sino que es una respetada neurocirujana especializada en genética, que desconoce el alcance de la maldición hasta que es demasiado tarde. 

Esta es la originalidad de la saga de Rice: unir el mundo oscuro de las leyendas de fantasmas con el mundo racional y científico de nuestra época. Si bien alguno de esto ya se podía vislumbrar en el “Frankestein” de Mary Shelley, aquí  no se trata de reanimar los cuerpos muertos sino de reanimar los espíritus mediante la manipulación de los genes. ¿Cómo sería esto posible? Leyendo los libros todo parece muy probable.


De lectura densa y apasionante, entre las páginas de esta saga encontramos las emociones más básicas que todo ser humano experimenta cuando su entorno más íntimo es atacado de manera devastadora. En realidad el género gótico nunca se fue. Lo que hizo fue mudarse a un nuevo contexto en donde impera la luz en lugar de la oscuridad y la manipulación genética en vez de la magia negra. 

Pero el núcleo es siempre el mismo: el ser humano y su súplica hacia una inmortalidad siempre negada. Nada más acertado que escribir una saga para contarlo. 

Columna publicada en la revista Qu Número 20 (Otoño 2017). 

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