sábado, 5 de mayo de 2018

COLORES PRIMARIOS - QU Nro. 22



Amarillo, azul y rojo. Decidimos dedicar la tapa, la Editorial y el Epílogo de las tres ediciones de este año a cada uno de los colores primarios.

Nos pareció algo muy lindo y muy fácil de concretar: solo habría que dejar que la mente vagase un poco para que apareciera, a la vuelta del pensamiento, una estampida de significantes asociadas al color amarillo. Nos pareció bastante fácil, pero no lo fue. Al menos para mí.

Tuve un destello inicial. Busqué el primer día del Génesis —ya sabés, el que dice que “Dios vio que la luz era buena y separó Dios la luz de las tinieblas”—, agarré un cuaderno y lo copié. Después lo leí. Una, dos, diez veces. Nada salía, Descarté el Génesis. Pensé fuerte. Llené dos páginas de ideas sueltas. Subrayé, taché, hice círculos y flechas, rompí.

Nada cerraba.

Hablé con una amiga por WhatsApp sobre el cumpleaños de su hija. En un momento puso la palabra vida, y me quedé con el pulgar suspendido. Ahí estaba. Claro. El primer día del Génesis, el motor primario (oh, casualidad) de la vida.

Me puse a escribir.

Derivado primario: Amarillo: Luz

La luz es la posibilidad, la energía. El impulso y el movimiento, el hecho y la acción.

Las cosas se dan desde la luz. La vida es una instancia (una estancia) iluminada.

Encontrás la solución: ves la luz. Tenés un hijo; das a luz. Incluso seguí la luz al final del túnel con la esperanza de que haya algo ahí.

El mundo se toma 365 días para dar la vuelta alrededor, y cuando termina empieza otra vez.

Una vela alumbra el papel que va rasgando la pluma. Esclarecidos e iluminados; ilustres e ilustrados.

La lámpara de aceite, la de gas, la de pie. El farolito de la calle en que nací.

¡Se cortó la luz! Se frustran los planes, se pudre la comida, se apaga el ventilador y la viejita del sexto no puede subir las escaleras. Vecinos la reclaman a cacerola limpia una noche de verano.

Luces de feria: murmullos, recorridos, una brisa que mece. Y el arbolito de aquella navidad.

La linterna en un bosque sin luna. El faro, siempre, en algún lugar.

Las ánimas reunidas junto al fuego.

El velador que te destapa a las seis. El tráfico de hora pico desde el puente que cruza la autopista.

¡Se me prendió la lamparita! La teoría de la relatividad.

El fogonazo de flash. El resplandor del celular.

Relámpagos, y después…

La anatomía de Orión, la Cruz del Sur.

Un brillo en el lecho del río. Luciérnagas tierra adentro.

La llamita del encendedor frente a sus ojos.

Las pupilas, las formas, los colores.

Y el sol, que ha sido dios.

LA EDITORA

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