“A primera hora de la tarde escuché de nuevo a las flores. (¡Qué frase tan descabellada!). Puedo entenderlas mejor que a los kaldorianos. La estructura del lenguaje es más sencilla. Las flores no dicen muchas cosas significativas, pero al menos puedo comprenderlas. Lo cual quizás demuestre que mi comprensión está en un nivel vegetativo. Esta vez tenían algo que decir al margen de las trivialidades de costumbre. Repito la charla textualmente, usando equivalentes terrestres para las diversas especies.
AZALEA A ROSA: ¿Te parece? Me siento pésimamente.
AZALEA: Luces increíblemente joven. ¿Qué ha sucedido?
ROSA: Bueno, es casi el momento de mi farqhar (Esto parece aludir a un importante cambio fisiológico). Es horrendo.
AZALEA: ¡Pero es
excitante!
ROSA: (desdeñosamente):
Supongo que sí, pero he sido tan feliz en este jardín.
AZALEA: Puedes volver
cuando quieras.
ROSA: Nadie vuelve. ¿Te
acuerdas de la lila? Juró que volvería por lo menos una vez, nos prometió
contarnos cómo era.
AZALEA: Quizás venga.
ROSA: No, no vendrá. Lo
haría si pudiera, pero sé que no puede.
SICOMORO:
(interrumpiendo, hablando con una voz curiosamente aguda): ¡Eh!
ROSA: ¿Me llamabas a
mí?
SICOMORO: Sí, a ti.
Tienes miedo del farqhar, ¿verdad?
ROSA: Por supuesto. ¿Tú
no?
SICOMORO: En absoluto.
Tengo fe.
ROSA: ¿Fe en qué?
SICOMORO: Soy un adepto
al culto de Nimosim, espíritu que habita en todas las criaturas con raíces.
AZALEA: (enfadada): ¿Y
qué enseña tu fe?
SICOMORO: Los adeptos a Nimosim creemos que existe un espíritu divino en todos los vegetales. Creemos que después del farqhar vamos a un lugar llamado Lii, donde el suelo es transparente, el viento sopla siempre del sur, y no hay ratas que nos destruyan las raíces. Hay arroyos de agua cristalina en ese lugar, un agua nutritiva que nunca puede pudrirnos las hojas. En Lii se nos concede el don de crecimiento infinito sin fastidiar nunca al prójimo. Hay mucho más, pero el resto solo puedo revelarlo a un adepto.
ROSA: ¿Qué hermosa es
tu religión!
AZALEA: ¡Qué disparate!
Después del farqhar, te transformarás
en leña, nada más.
SICOMORO: ¿Y mi
espíritu?
AZALEA: Perecerá
contigo, desaparecerás para no existir nunca más.
SICOMORO: No posees la verdad. Tu método consiste en pensar la peor posibilidad y luego expresarla, con la esperanza de que no se cumpla. Pero esa es solo la voz de tus temores, nada más.
AZALEA: Podría decirte
más, pero creo que alguien oye nuestra conversación.
ROSA: ¿Cómo es posible?
Estamos solas aquí.
AZALEA: Solas no. Hay
una animal muy cerca de nosotras.
SICOMORO (soltando una carcajada): ¡Pero los animales no nos entienden! ¡Ni siquiera se entienden entre ellos! Es bien sabido que los animales no pueden poseer inteligencia.
AZALEA: Yo no estoy tan
segura. Este animal…
ROSA: ¡Cualquier animal
es igual a otro!
AZALEA: Tengo mis
dudas. Preferiría esperar a que se haya ido.
ROSA: ¡Supersticiosa!
AZALEA: Querida, no
creo en animales inteligentes, pero tengo miedo. Sí, y también les tengo
lástima.
SICOMORO: ¿Por qué?
AZALEA: Por muchas
razones. Pero ante todo por los problemas que sufrirán pronto.
ROSA: ¡Los animales no
sienten dolor!
AZALEA: Tal vez no.
Pero suponte que sí…
ROSA (sombríamente):
Sí, sería terrible. Pronto soplarán los vientos nocturnos, y el mundo
terminará.
AZALEA: ¡Vamos, no es
tan terrible!
ROSA: Es bastante
terrible. Ahora dormiré. Buenas noches.
AZALEA: Buenas noches.
SICOMORO: Buenas noches
y gracias por esta charla encantadora.
De modo que aun entre las flores hay ateos y creyentes. Es bastante asombroso. A menos, desde luego, que yo lo haya imaginado todo. Eso también sería asombroso.
(Fragmento de "En una tierra de colores claros", Robert Sheckley, 1974).
Ilustración: Luis Scafati para la Revista El Péndulo Nro, 2
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